Una mujer encantadora que cautiva con su esencia
Hace algún tiempo tuve la
fortuna de conocer a una mujer maravillosa que me cautivó con su sencillez. Se
trata de doña Teresa Sánchez, la protagonista de la crónica “La vida es dura
pero hay que saber librar con ella”. Una historia que me fascinó y que seguirá
cobrando vida a través de las letras que la narran.
Aún recuerdo la alegría que
le dio cuando le regalé dicho texto, y la tristeza que develó su rostro meses
después cuando perdió algunos objetos personales entre los que se encontraba su
apreciado escrito. Jamás imaginé que lloraría por haberlo perdido, de verdad,
que fue una sorpresa dicho gesto, pues también había extraviado un radio y
otros elementos importantes a manos de alguien indelicado.
Al enterarme de lo sucedido, de inmediato le prometí entregarle una copia. A los días en su poder yacía ésta. Me enorgullece mucho el hecho de que valore lo que escribo, porque pocas personas notan que a veces se plasman las ideas y los pensamientos pero con el alma y el corazón. Que alguien valore lo que escribes es una gran recompensa que te motiva a seguir empuñando el esfero para plasmar vivencias del otro, experiencias, opiniones y por qué no, llevar un mensaje que logre conmover e incluso estremecer.
Tere, como últimamente le
digo (pues siempre le dije doña Tere, pero no le agradaba mucho), es una
persona sumamente especial. Ella es sencilla, sensible, amable y ante todo
noble. Tiene un gran corazón y eso claramente lo revelan sus actos. Y sí, todo
tengo que decirlo, se ganó mi cariño desde el primer momento, porque encontrar
personas con esa gran calidad humana es sumamente complejo.
Saber que soy importante
para ella, me llena el alma. Escuchar su voz cada 1 de noviembre, me hace muy
feliz, porque es difícil recordar fechas y ella tiene muy clara la de mi
cumpleaños y bueno, esto se volvió un gesto recíproco, porque en mi mente danza
un 13 de septiembre con mucho jolgorio, pues, un día como éste hace más de seis
décadas nació, para contagiar al mundo con su esencia y adornarlo con su
presencia. Me encanta saber que en su corazón y mente hay un espacio para mí.
Recibir varias llamadas
telefónicas en el año es muy satisfactorio. Es gratificante entender que no
existe un vínculo consanguíneo, pero sí una fuerza y un cariño inmenso que no se
dosifica jamás. Con el tiempo se ha solidificado la amistad, y he logrado corroborar la pureza de la misma.
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