viernes, 8 de mayo de 2015


Mentir, el verbo predilecto de muchos


Todos los seres humanos alguna vez en la vida han llegado a mentir. Muchos en la infancia en medio de la inocencia, otros en la adultez bajo un grado de conciencia elevado. El caso es que la mentira ha estado presente en la existencia de todos, aunque algunos digan que jamás se han valido de ella.

La mayoría de las veces las mentiras se quedan en eso, mentiras, pero hay ocasiones en donde por cosas del destino se da a conocer la realidad tarde que temprano Hay un refrán muy popular que dice: “Más rápido cae un mentiroso que un cojo” y creo que es sumamente cierto. A veces transcurren meses o hasta años y muchas personas siguen firmes en el camino de su vida sosteniendo una o varias mentiras a como dé lugar. En la política sí que hemos visto la presencia de estas.

Algunos funcionarios públicos que se ufanan de tener ciertos títulos profesionales, pero que a la larga no son más que una farsa. Valerse de estrategias como la falsificación de diplomas para ascender en el escalafón profesional y así obtener más ingresos, es realmente reprochable. Este es el último escándalo que envuelve al Congreso de la República, ¡qué esperanzas!.

Para algunos mentir es un hobbie, una necesidad, un placer. Hay mitómanos que deambulan de un lado para otro. Personas a las que nadie sabe qué creerles, por la constancia con la que mienten ¿cómo descubrir una mentira ante un experto en el tema? A veces el tiempo se encarga de revelar los sucesos dejando las mentiras al descubierto. No queda más remedio que conocer la verdad y desilusionarse de los hechos, y de paso, de la persona artífice de los mismos. Nadie está exento de mentir, aunque cabe reconocer que  existen seres que no conciben su vida sin la presencia de este verbo, cada quién decide si teje historias ficticias o reales. 




Cuando lo material prevalece


Modernidad, modernismo y modernización son tres términos sonoramente semejantes. Para muchas personas tal vez signifiquen lo mismo, pero a la larga cada uno de ellos difiere.

La modernidad tiene que ver con la transformación del hombre como centro del mismo, es decir, la apropiación que este tiene de su propia naturaleza. Por su parte, el modernismo es más una forma de pensamiento, básicamente crítico y reflexivo, y la modernización alude a la apropiación de la naturaleza (entorno material) por parte del hombre. Se dice que las sociedades se han modernizado, pero no han sido protagonistas de un proceso de modernidad.

Se puede dar la modernización sin la modernidad, pero no es posible que se dé la modernidad sin la modernización. Entre estos dos elementos se ha dado una tensión a través de los años.

El siglo XIX introdujo consigo cambios importantes para la humanidad. En dicho periodo de tiempo se dio el desarrollo del capitalismo, el cual prevalece en la actualidad. Todo sistema económico debería satisfacer unas necesidades mínimas para la subsistencia, pero a la larga no lo consigue, al contrario, genera más necesidades en los seres humanos, los cuales intentan encontrar la forma de saciarlas.

A partir de dicho siglo se empezó a hablar de las clases sociales en Europa y comenzó a hacerse una división más notoria en la sociedad, segmentándola en lo que conocemos como burguesía y proletariado.

La racionalización burguesa es poner la razón al servicio de un objetivo limitado – la obtención de lucro, la ganancia-. Con lo cual se hace de ella una “razón instrumental” en la que el proyecto emancipador y liberador se diluye. (Corredor, 1997,43).

Se quedó atrás la modernidad básicamente porque se le dio más importancia a lo que produce la gente, que a lo que piensa esta. La mayoría de las personas han sido sometidas a largas jornadas de trabajo, lo importante es que produzcan, lo demás no interesa.

Tristemente hay mucha desigualdad, los ricos se enriquecen cada vez más y los pobres sucumben aún más en la pobreza. Son pocos los que se lucran y llenan los bolsillos. En Colombia existen diferencias salariales enormes. Mientras algunos ganan millones y viven una vida ostentada en lujos, la mayoría de los colombianos tiene que sortear momentos difíciles y no logra suplir en muchas ocasiones las necesidades primarias: casa, vestido y comida.

Dicen que todo sistema económico debe velar por esos tres elementos, sin embargo, la realidad es otra. El materialismo está por encima de la satisfacción de las necesidades. La vida se convirtió en una mercancía a la cual le ponen incluso precio. El dinero se volvió el eje central de la existencia, lo cual trajo consigo la explotación de muchos para beneficio de pocos. El capitalismo se convirtió en un factor que potenció la modernización y dejó a un lado la modernidad.

¿Pero acaso los seres humanos están desprovistos de sensibilidad, emociones y sentimientos? Lastimosamente pareciera que sí. Cada vez se asemejan más a las máquinas. La palabra producir cobra más fuerza, y es una constante en todo momento, pareciera que la vida girara solo en torno a ella. No hay tiempo para pensarse a sí mismo, no hay lugar para la reflexión y la razón.

Qué bueno sería vivir una vida tranquila en donde prevaleciera el bienestar de todos y no de unos cuantos. Sería grandioso que la democracia tuviera cabida para poder vivir en un mundo enmarcado por la igualdad y la libertad, pero por ahora son simples ideales que no trascienden de un inquieto imaginario.


Bibliografía

CORREDOR MARTÍNEZ, Consuelo. Los límites de la modernización. Santafé de Bogotá: CINEP, Ediciones Antropos, 1992. (Capítulo I).