martes, 29 de diciembre de 2015


Más allá de la apariencia

Para muchas personas lo más importante en la vida, es la apariencia. Cómo se ven, cómo lucen, en qué condiciones se encuentran físicamente y qué opinan los demás del cuerpo que poseen. A simple vista es lo único que les interesa, o al menos, lo más relevante en su existencia.

Está bien quererse, cuidarse, acicalarse y demás, pero no podemos dejar de lado que los seres humanos somos más que un aspecto físico. Somos pensamientos, emociones, sentimientos, decisiones y acciones. Es lamentable ver cómo hay personas que hacen a un lado a otras, simplemente porque no tienen muchos atributos físicos, porque no son muy “agraciadas” y no son considerabas bellas, pese a que la belleza es tan subjetiva como la vida misma.

A esta sociedad le han vendido un modelo a seguir. Las medidas perfectas son  90-60-90, y no poseerlas, es salirse de los esquemas planteados. Existe una búsqueda constante hacia la perfección, incluso a costa de la vida.

Para la mayoría de los hombres, las mujeres interesantes son aquellas que están “buenas”, las que tienen un cuerpo voluminoso (unos senos grandes y un inmenso tafanario). Por su parte, para muchas mujeres, los hombres que valen la pena son aquellos que poseen unos brazos de grandes proporciones, un abdomen marcado “six pack” y una gran altura. Parámetros planteados y estimulados que cautivan por doquier, pero la vida, no se reduce a la apariencia, hay mucho más allá, invisible ante los ojos de los superficiales: la esencia. 


Video tomado de: https://www.youtube.com/watch?v=df7kRGqwd_w

martes, 22 de diciembre de 2015


Un viaje imaginario a través de epístolas

Siempre diré que coger un libro es viajar a través de la palabra. Es recrear lugares, personajes y escenas por medio de la imaginación. Leer es una verdadera experiencia que alimenta mi ser.

Cartas a un joven periodista, es un libro escrito por Juan Luis Cebrián, periodista español enamorado de su profesión. En su juventud creyó haber sido llamado hacia el voto sacerdotal, pero esto duró poco y le sirvió para descubrir otras vocaciones menores entre las que se encontraba el periodismo. 

Su abuelo y su padre estudiaron medicina, este último se vio obligado a trabajar en una redacción tras la posguerra, y fue así como se inició en el mundo de la prensa por casualidad. Tal vez vivir en medio de noticias, periódicos y rotativas influyó para que Juan Luis tomara ese camino que ha sabido recorrer satisfactoriamente.

El autor del libro realiza una especie de monólogo a lo largo de su obra y utiliza un personaje inexistente llamado Honorio, al cual decide escribirle catorce cartas respondiendo inquietudes en torno al ejercicio del periodismo. Debo decir que me gustó mucho la forma en la que está escrito el libro, porque a pesar de que Honorio es un joven imaginario Cebrián todo el tiempo te hace pensar que en realidad existe por la forma en la que se dirige a él. Cada una de las cartas incluye: saludo, opiniones, recomendaciones y despedida.

Nombra a varios autores reconocidos, entre ellos Kafka, de quien comparte la siguiente cita: “Escribir cartas significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente” y deja claro que la ha utilizado en otras ocasiones. Y es eso lo que Juan Luis hace en cada una de las epístolas que escribe, pues se despoja de muchas cosas, entre ellas sus prejuicios y vivencias personales. Es compartir con el otro esa esencia que permea a cada ser humano de manera diferente. “Las cartas deben de estar escritas del puño y letra del remitente, mojando la pluma en lágrimas o sangre, pero nunca sujetas a los impulsos electrónicos del ciberespacio” (Cebrián, 2003,12).

Sentarse a redactar en una hoja de papel es un acto que ha pasado a un segundo plano en vista de la presencia tecnológica que nos facilita a muchos las tareas cotidianas con tan solo un clic. Pero viéndolo bien, es más significativo recibir una carta a mano que impresa, porque de por medio hay un valor agregado, una letra propia y característica, lo que hace sentir más cercano y representativo el mensaje, aunque sea más fácil digitar teclas que plasmar grafemas a mano. 

Hay diversos interrogantes a lo largo de la lectura, y lo mejor de todo es que cada uno de ellos tiene respuesta ¿Qué es un periodista? ¿Qué tipo de periodistas hay? ¿Qué es la vocación? Son simplemente algunas de las preguntas que plantea en la obra. Particularmente me gustó mucho el manejo que le dio a cada una de ellas porque expone un panorama muy abierto al respecto. Resalto el término ´vocación´, porque no solo revela la etimología de la palabra proveniente del latín vox, vocis, o sea voz, sino que profundiza mucho en ella. Comparto plenamente su posición frente a la misma.

Sus creencias en la vocación son más relativas. No cabe duda de que existen unas facultades innatas en cada persona que le ayudan a hacer mejor tal o cual cosa. También es cierto que casi todo se puede aprender, aunque la mejor educación del mundo no sustituye al talento. Pero la decisión de dedicarse profesionalmente a algo en concreto depende tanto de las habilidades naturales como de las circunstancias que a uno le rodean (Cebrián, 2003, 15).

A medida que leía el libro me iba fascinando más con él. Cada carta trataba un tema diferente relacionado con el periodismo e iba sintiendo la necesidad y el deseo de seguir leyendo página tras página, debo confesar que me atrapó cada línea de una manera impensable y me hizo repensar muchos aspectos de la profesión que elegí.

Desde que era niña supe que quería ser periodista. No sé por qué llegué a esa conclusión, pero tengo muy claro que siempre ha estado presente en mi mente, de hecho cuando tenía 11 años una profesora me puso de tarea escribir qué quería ser cuando fuera grande y yo anoté con un lapicero de tinta negra y en letra cursiva: quiero ser periodista de la Universidad de Antioquia, hoy vivo mi proceso de formación plenamente. Hay cosas inefables y mi carrera es una de ellas.

Juan Luis deja claro en su texto que la curiosidad y las ganas de hacer las cosas son claves en esta profesión. Vale la pena interesarse por lo que nos rodea e ir más allá de lo que vemos. Periodistas hay muchos, pero como él mismo dice trayendo a colación algunas palabras de su colega y novelista Mauricio Muñiz: “Convéncete, solo hay dos clases de periodistas. Los que escriben bien y los que no”.

Cada línea de Cartas a un joven periodista me dejó entrever la pasión con la que el autor ha ejercido el periodismo. Cualquier persona que tenga en mente estudiar esta carrera tendrá la posibilidad de ver a través de los ojos de Cebrián muchas alternativas y opciones al respecto.

Es importante tener ciertas condiciones innatas, pero también es necesario aprender a través de los conocimientos que imparten otros. Se necesita voluntad para emprender cualquier labor, constancia y disciplina para mantenerse vigente en ella, pero hay otros factores que se presentan en el camino, lo importante es trasegar con firmeza y nunca dejar de escuchar esa voz interna que siempre tiene algo por decir.


Bibliografía
CEBRIÁN, Juan Luis. Cartas a un joven periodista, Madrid: Santillana Ediciones Generales, SL. 2003.


domingo, 13 de diciembre de 2015



Elecciones 2015: un deber de muchos, ejercido por pocos



El pasado 25 de octubre de 2015 se realizaron las jornadas electorales más recientes de Colombia. Pese a que hubo una reducción en el abstencionismo, este sigue siendo preocupante. La elección de los mandatarios ha quedado en manos de unos cuantos que deciden acercarse a las urnas, a pesar de los prejuicios que emergen debido a la corrupción y a los escándalos en los que se han visto envueltos algunos políticos que años atrás tuvieron miles de votos de confianza. 

Según el artículo 258 de la Constitución Política de Colombia “el voto es un derecho y un deber ciudadano”. Sin embargo, pocas personas hacen uso de este. La elección de los políticos ha corrido muchas veces por cuenta de menos de la mitad de las personas habilitadas para votar, un hecho preocupante, si se tiene en cuenta que quienes gobiernan toman decisiones y acciones que repercuten en el devenir de la sociedad.

Votar o no votar. Ese, es el dilema que muchos colombianos tienen cuando llega la época de la jornada electoral en el país. Los que deciden salir a las urnas muchas veces no lo hacen por voluntad propia, sino por interés. Muchos se ven tentados por los beneficios que trae consigo tener un Certificado Electoral, entre ellos, el 10% de descuento en el valor de la matrícula que tienen los estudiantes de las universidades públicas, (artículo 1, de la Ley 815 de 2003) y el medio día de descanso compensatorio remunerado para los empleados (artículo 3°, de la Ley 403 de 1997) por mencionar algunos de ellos.

Tal vez, las dádivas entregadas por algunos candidatos se convierten en la principal motivación para hacer uso del voto. La comida pareciera ser un elemento tentador entre algunos electores que por un simple mercado o incluso un bono, regalan el voto, o más bien, lo venden.

“Pasa que nos parece razonable que quien consigue los votos gana, pero no nos importa cómo los consigue. Y es normal que triunfe quien tenga más sufragios, es un principio fundamental de la democracia. Pero eso no quiere decir que vale ganar a cualquier precio ni de cualquier manera. Eso no lo han entendido ni los candidatos ni quienes votan”, señaló Fernando Giraldo García, politólogo e investigador de la Universidad del Norte, en Barranquilla al periódico El Tiempo.

La transparencia en el momento de las elecciones debería ser una constante. Sin embargo, es un simple imaginario, que no logra trascender ante personas inescrupulosas que hacen hasta lo imposible por ganar las elecciones, incluso al punto de comprar votos. Si existe corrupción previa a las votaciones y durante estas, no me quiero imaginar cómo será un periodo de gobierno de un mandatario que logra una curul o un cargo a través de este tipo de “mecanismos”. 

Según la Misión de Observación Electoral (MOE) la mayor parte de las denuncias que reciben son por compra y venta de votos, una problemática que sigue registrándose, pese a los llamados de las autoridades.

Pero esta no es la única situación que se registra en época de votaciones. Otro caso de irregularidad se da a través de la trashumancia. Según el portal web de la Registraduría Nacional del Estado Civil, “es la acción de inscribir la cédula para votar en un lugar distinto a aquél en el que se reside y constituye un delito contemplado en el Código Penal Colombiano bajo el nombre de fraude en inscripción de cédulas”. Este acto es punible por el artículo 389 del Código Penal, con una pena de 4 a 9 años de prisión.

Un total de 33.820.199 personas estaban habilitadas para votar el pasado 25 de octubre de 2015. El 40 % de ellas se abstuvo de hacerlo. Cabe decir, que es un dato preocupante, pero con respecto a otros comicios se presentó una reducción en el abstencionismo, es decir, más colombianos salieron a las urnas a votar. Muchos se quedaron en casa y prefirieron que otros eligieran por ellos.

Sería grandioso que todas las personas habilitadas para ejercer dicho derecho tomaran la decisión de salir a las urnas, y así contribuir en la elección de los futuros líderes políticos que nos representarán.

En las pasadas elecciones los colombianos eligieron: alcaldes, gobernadores, diputados, concejales y ediles de juntas administradoras locales para el periodo 2016 - 2019. A partir del primero de enero empezarán sus labores.

Las campañas políticas en el país iniciaron oficialmente el 26 de julio de 2015. Desde entonces, vallas publicitarias, afiches, cuñas y comerciales se convirtieron en los principales aliados de los candidatos.

Los medios de comunicación sirvieron de escenario de difusión de muchas campañas. Además las Redes Sociales se convirtieron en un espacio para promoverlas. Allí los candidatos buscaron darse a conocer y ganar más adeptos.

Internet es un espacio donde confluyen muchas ideas, posiciones, opiniones, creencias y gustos. Es un lugar en donde las voces se difunden rápidamente y a millones de kilómetros de distancia. A través de la Web se propaga mucha información, gracias a diferentes herramientas como las Redes Sociales.

Sin embargo, muchos creen que no hay que confiarse en ellas. Tener muchos seguidores no garantiza, una obtención significativa de votos. Tal es el caso por ejemplo de Antanas Mockus, quien fue candidato presidencial por el partido Verde en las elecciones de 2010.

En Facebook se dio todo un despliegue de su campaña. Los mismos usuarios se encargaron de promoverla y fueron los que expandieron la voz para ganar más adeptos. En el país, nunca se había visto un auge político tan grande a través de este medio.

Por la acogida que tuvo Mockus, muchos creyeron que sería el nuevo mandatario de los colombianos. Sin embargo, Juan Manuel Santos lo superó en las urnas. Lo que demuestra que no necesariamente el número de seguidores se ve materializado en las votaciones.

La cifra de seguidores que ostentaba Antanas Mockus en la época de elecciones del 2010 era 684.341. En la actualidad es de 873.423, una de las más representativas dentro del ámbito político en el mundo.

Vale la pena decir que muchas de las personas que están detrás de las Redes Sociales son jóvenes, que ni siquiera pueden votar. Además quienes se encuentran en condiciones de hacerlo, en ocasiones prefieren evitarlo, convirtiéndose así en una fuerza online que no trasciende más allá de las pantallas y que no se ve reflejada en la realidad, tal como le pasó a Mockus.

Tener muchos seguidores no necesariamente es un indicador del éxito en las jornadas electorales. Como tampoco lo es liderar las encuestas, pues, ha quedado demostrado que algunas firmas encargadas de la realización de las mismas han develado posibles ganadores que a la hora de la verdad no terminan ocupando el primer lugar tras los comicios.

En la pasada época electoral, el candidato por la Alcaldía de Medellín que lideraba  las encuestas, era Juan Carlos Vélez, del partido Centro Democrático, quien estaba respaldado por Álvaro Uribe Vélez.

En muchos medios se anunció que llevaba la delantera en las encuestas y más de un ciudadano pensó que ganaría por el simple hecho de tener tanta favorabilidad y estar “apadrinado” por el actual senador Uribe Vélez. No obstante, fue superado en los comicios por Federico Gutiérrez, del movimiento Creemos, quien logró postularse como candidato gracias a miles de firmas que respaldaron su campaña.

Esto deja entrever que las encuestas no son precisas, simplemente son unos estudios o acercamientos preelectorales, pero todo se define el día de las votaciones, en las urnas, y ha quedado demostrado que cualquier cosa puede pasar y que no necesariamente gana el candidato que las lideró.

Los medios de comunicación se encargaron de mantener al tanto a los colombianos en cuanto a lo que ocurría alrededor de las campañas políticas. Se realizaron varios debates en donde se conocieron las posiciones de los candidatos frente a diversas situaciones planteadas, además las propuestas con las que impulsaron sus candidaturas. Siendo así, elementos difusores importantes que permitieron conocer un poco quiénes eran los postulados y futuros representantes políticos del país.

También fueron de gran ayuda a la hora de comunicar los resultados emitidos por la Registraduría Nacional del Estado Civil, quien entregó en tiempo récord los boletines, al punto de informar en 70 minutos el nombre del nuevo alcalde de  Bogotá y en 90 minutos los ganadores de las principales ciudades del país. Es decir, que en poco tiempo los colombianos se enteraron de los políticos que salieron victoriosos, estando así, al tanto de lo sucedido el día de las elecciones.

Muchas personas no creen en los políticos y es normal, ante las situaciones que se han registrado en Colombia. Escándalos tras escándalos permean a muchos de ellos. Samuel Moreno, exalcalde de Bogotá, deberá responder ante las autoridades por unos contratos irregulares que se firmaron en su mandato. Quienes lo eligieron como alcalde deben estar con un sinsabor, pues escogieron a una persona que se aprovechó de su posición política para actuar indebidamente.

Él, es solo uno de los tantos políticos que han obrado mal y han hecho que los colombianos crean menos en ellos, al punto, de abstenerse de votar en las elecciones, pues muchos generalizan y creen que todos son unos corruptos, que no harán nada por el país y solo se enriquecerán a costa de un pueblo ingenuo.

viernes, 2 de octubre de 2015


Recuerdos empañados de violencia y dolor

                                                      

Efrén Taborda Urrego es un habitante del barrio Villa Hermosa, ubicado en la comuna 8 de Medellín. Desde 1962 vive en el lugar. Para esa década no se hablaba de los combos, sino de los grupos delincuenciales. Recuerda que en ese momento alias “Care Vieja” y el “Mono Trejos” eran considerados ‘los duros’ de la época.

A los 14 años terminó la primaria. Como era el mayor de la casa le tocó responder por sus tres hermanos. A los 15 años comenzó a trabajar en mecánica automotriz y en una cafetería, para ese momento ganaba 11 pesos y le prometió a su madre que no tendría que trabajar más.

A los 23 años ingresó a laborar en una empresa de aceros y tras ver que no tenía las condiciones óptimas para trabajar comenzó a interesarse por el sindicalismo y sintió la necesidad de luchar por los derechos laborales.

Se fue a vivir a Itagüí. Allí  trabajó en una empresa durante 10 años y salió desplazado en 1986 tras participar en un paro cívico con el que los sindicalistas  buscaban tener agua potable y pavimentar las calles del municipio. Finalmente se hizo una negociación, pero le costó la vida a muchos compañeros. En ese momento empezó a recibir amenazas y tuvo que retornar a la comuna 8.

El 24 de diciembre de 1993 Jorge Alberto Taborda Urrego, uno de sus hermanos, se dirigió  para la casa tras finalizar su jornada de trabajo y se encontró con dos amigos que estaban discutiendo, los separó y sin querer le tocó la cara a uno de ellos quien le dijo: “Hijueputa de mañana no pasás”. Jorge no le prestó mucha atención al comentario, puesto que había una amistad de por medio.

Al otro día se sentó con Efrén a comer natilla y a ver el noticiero de la una de la tarde. Luego salió a la calle y minutos después llegó la noticia de que lo habían atacado. La persona que lo amenazó cumplió con su palabra, gracias a que tenía un hijo presuntamente involucrado en la delincuencia.

Lo llevaron a un hospital. Había sido degollado y tenía un impacto de bala en la cabeza. Según algunos testigos del hecho, lo humillaron mucho antes de ser asesinado y fueron tres hombres los que lo mataron. 

“En ese momento había una guerra tremenda en donde mataban a la gente hasta por quitarle una chaqueta o unos zapatos muy bonitos. Había todo un proceso de recogimiento de los combos con los paramilitares. Se unificaban a las AUC o se tenían que abrir o les daban candela. Muchos tuvieron que meterse obligatoriamente”, comentó Efrén Taborda Urrego.

Pese a saber quién estaba detrás del asesinato de su hermano, su familia decidió evitarse problemas y posibles represalias, guardando silencio. Dicho homicidio lo consideramos como un primer momento de victimización por parte de los paramilitares, porque ellos en ese momento estaban predominando en todo el territorio y ya se escuchaba que estaban desapareciendo los combos y que los que estaban quedando al mando eran ellos”, puntualizó.

A los tres meses de la pérdida de su ser querido, fue asesinado uno de los presuntos responsable del homicidio, le pusieron una arma de fuego en en el pecho.

Efrén tuvo una hija con su primera compañera sentimental. Con el tiempo se volvió a enamorar, esta vez de una mujer con cuatro hijos. Para ese entonces el mayor, Juan Fernando Quiroz, tenía 7 años. “Ese muchacho para mí fue como un segundo hijo, yo los críe a todos y cuando él tenía 23 años en el 2003 lo mataron los paramilitares, del Bloque Cacique Nutibara”, manifestó.

El grupo paramilitar que presuntamente estuvo a cargo del asesinato de su hijo, se desmovilizó el 25 de noviembre de 2003 en Medellín. Los miembros representantes fueron: Giovanni Jesús Marín Zapata y Fabio Orlando Acevedo. Se desmovilizaron 868 personas y fueron entregadas 497 armas y 14 granadas, según un informe de la Presidencia de la República.

El hijo de Efrén tuvo un problema tras una fiesta de amanecida. Lo hirieron en una mano con un envase. Se fue para la Unidad Hospitalaria de Buenos Aires para que le hicieran la curación y  al momento de salir para su casa fue atacado de nuevo por varios hombres. Nuevamente ingresó al centro asistencial y tuvo que esperar en una camilla mientras era atendido. Fue trasladado en una ambulancia al Hospital General, donde un médico anunció que ya no había nada qué hacer.

“Yo hablé con la mamá de él para que hiciera las vueltas de la indemnización. La repararon económicamente a ella y a la esposa de él. Ese proceso fue fácil, el que ha sido difícil es el del hermano mío, porque no ha salido favorecida mi mamá”, comentó Taborda Urrego.

Él le dijo a su compañera sentimental que no podían quedarse solo en la indemnización, porque la Verdad, Justicia y Reparación no puede limitarse solo al marco económico, pero ella no quiso involucrarse con el proceso completo, debido a que sufre de nervios y estrés y no quiere revivir el dolor de la pérdida de su hijo.

Mediando a través de la palabra

Francisco Álvarez tiene 73 años y es uno de los mediadores del Museo Casa de la Memoria, un proyecto que busca reconstruir la memoria histórica en Colombia. Un espacio donde confluyen el diálogo y los recuerdos.

“Los paramilitares han sido víctimas de la falta de oportunidades. El Estado no ha tenido esa voluntad política para generar ingresos. El país merece una transformación, debemos ser políticos, pero no politiqueros, agruparnos para andar todos juntos. Tengo la certeza que está muy próxima la paz. Yo estoy poniendo mi granito de arena para la construcción de Colombia”, puntualizó Álvarez.

Las muertes disminuyeron, aunque la ilegalidad se disparó por otros lados, a través de la prostitución, el robo, el microtráfico, las vacunas. “La tarea quedó medio hecha, estamos viviendo una paz, pero con miedo, porque es una relativa calma, no hay los muertos que habían anteriormente, pero las empresas ilegales están creciendo”, expresó Efrén Taborda Urrego. 

jueves, 3 de septiembre de 2015



La calle: un hogar bajo los plásticos y las drogas

Giovanni Patiño, más conocido como ‘Papá Giovanni’, es quizás la persona con más propiedad para hablar sobre el tema de los habitantes en condición de calle en Medellín. Pues durante 28 años ha sido testigo de historias y vivencias que se han tejido alrededor de ese mundo que sucumbe en el desprecio, el abandono y las drogas.

Una de las historias que más lo ha marcado fue la de una mujer oriunda del Chocó a la que supuestamente el ICBF separó de su hija de 6 años. Situación que la afectó tanto, al punto de decidir acabar con su vida, envenenándose. Ella vivía debajo de un árbol y Giovanni se encargó de hacerle el velorio, un hecho simbólico que conoció la ciudad a través de los medios. Suceso que denominaron “La indigente que murió por amor”.

A raíz de esta situación, la Policía se lo llevó detenido por escándalo público y muchas personas empezaron a conocerlo, entre ellas Víctor Gaviria, director de cine. Con quien trabajó en la película La vendedora de rosas. Al año creó la corporación social Papá Giovanni Vendedora de Rosas y continuó trabajando en proyectos audiovisuales, al punto de dirigir su propia producción Lola-drones. “A Medellín y a Colombia le hacía falta una historia de amor, pero desde la calle”.

¿Qué lo motivó a trabajar con los habitantes de calle?

“Nací y me críe en esos mismos caños, arroyado por las prostitutas. Soy de la camada del viejo Guayaquil. Nada extraño en estar con mis locos, que huelen a humano siempre”.

¿Qué ha sido lo más fuerte que le ha tocado vivir con los habitantes en situación de calle?

“Adopté a una niña de 3 años que nació desde el vientre sacolerita, era mi hija, mi amuleto. Después de La vendedora de rosas empecé a viajar por muchas partes, yo casi que abandoné a mi muchachita, pero ya mi niña estaba toda grandecita, tenía 16 años. Cuando un día regresé a la ciudad, me la habían violado y le habían metido dos balazos, me la tiraron al río y me tocó rescatarla putrefacta en Barbosa”.

¿Cuáles son los principales motivos por los que una persona termina viviendo en situación de calle?

“Eso es muy relativo. Hay muchas cosas del existencialismo, del conflicto, de la  violencia intrafamiliar. En la calle hay comida, vicio, sexo, médico, todo lo tienen ahí”.

¿Cómo definiría la situación actual de esta población en Medellín?

“Aquí hablan de fenómeno, pero esto existe desde hace mucho tiempo. Los primeros censos fueron por allá en el 98 o 99. Los focos eran: Niquitao, Lovaina, Naranjal, Barrio Triste. Con el negocio de la bazuca Medellín se convirtió en un pequeño Cartucho. La Policía empezó a tumbar las cuevas y los loquitos se empezaron a desplazar por las periferias. Estamos casi en los 6.000 habitantes de calle, sin embargo no todos se dejan censar, no se muestra del todo esa realidad”.

¿Cómo es el tema de la prostitución?

“Los habitantes de calle tienen sus propios códigos. Es entre ellos mismos. Las mujeres no se venden por ahí paradas, no lo he visto hasta ahora”.

¿Hace cuánto nació la Corporación Papá Giovanni?

“La Corporación era yo. Un güevón solo con una mochila llena de medicamentos y haciendo una labor única. No es egocentrismo, es una cosa rayada. Yo me entregué a la calle, pero para ayudar. Los loquitos me decían papá Giovanni. La Corporación surgió hace como 16 años”.

¿Con cuántas personas trabaja en la Corporación?

“Constituidos somos como 10. Tengo muchos amigos. Cuando voy a hacer algo somos muchos 20-30 personas, todo el que se mida”.

¿Cómo hacer para no volverse un habitante más de la calle?

“Yo no toqué esos vicios. El basuco, el perico, todas esas cosas son muy tenaz y lo tiran a uno allá. Yo no, esas güevonadas no”.

¿Cómo es el trato de las autoridades con este grupo poblacional?

“Algunos piensan que somos desechables. A veces el pobre loquito no sabe sus derechos y si los sabe lo callan a punta de palo y le matan los piojos con bolillo. Han venido calmándose de un tiempo a esta parte, porque ahorita le están cayendo más duro es a los jíbaros camuflados, peladitos que traen de las comunas, los visten de indigentes y los ponen a trabajar”.

¿Es posible una Medellín sin habitantes de la calle?

“Eso no es posible. En un país como el de nosotros no es posible”.



miércoles, 5 de agosto de 2015


Los intérpretes de la realidad


Los periodistas antes eran personas muy admiradas, el papel que desempeñaban los posicionaba en un lugar privilegiado y eran vistos con mucho respeto. En la actualidad aunque cumplen con un papel importante, ya no son vistos con los mismos ojos.

La profesión, también denominada por algunos oficio, ha sido devaluada y ante el uso masivo de la tecnología por parte de la sociedad, ha pasado a un segundo plano para muchos, pues cualquiera ya informa a través de la red, basta que grabe con su celular una escena particular y la cuelgue en la Internet para que en minutos le dé la vuelta al mundo y genere comentarios muchas veces enmarcados por la controversia. Sin embargo, creo que aunque cualquiera ya pueda publicar, no todos informan adecuadamente, es necesario contar con ciertas bases para poder hacerlo, aunque ya cualquiera es periodista, creo que no todos son buenos periodistas y no se puede andar creyendo todo lo que se ve.

Lo primero que deben tener claro los periodistas es que son unos intérpretes de la realidad y que una información mal suministrada puede generarle mucho daño a la sociedad. Los medios tienen un gran poder sobre el comportamiento de esta, de ahí la importancia de que estén preparados y sean conscientes de cada una de las acciones a ejecutar. Es necesario que verifiquen la información a la que acceden, es decir que sea corroborada y constatada con varias fuentes. Entender que siempre de por medio van a existir intereses que muchas veces van a motivar a las personas a la tergiversación de sus versiones con fines personales, de ahí la necesidad de dudar.

Es indispensable que reflexionen sobre la información, porque un dato mal revelado puede generar caos. Por ejemplo acusar indebidamente a un inocente de un hecho criminal es bastante delicado, puede traer consigo repercusiones incluso para toda la vida, tanto para la persona implicada como para el periodista  Deben ser precisos en cuanto a lo que dicen y entender que la palabra y la imagen tienen un poder increíble y pueden construir, pero a la vez destruir. Son armas de doble filo, depende del uso que se les dé.

Los periodistas deben hacer su trabajo a conciencia. Es indispensable que eviten a toda costa caer en la manipulación de terceros. No deben vender su dignidad por nada del mundo. Tampoco deben omitir información, mucho menos inventarla o exagerarla. Deben tomar su papel con responsabilidad y hacer las cosas de la mejor manera posible. En sus manos está ser buenos comunicadores o simples creadores y manipuladores de historias. 

martes, 16 de junio de 2015

Recuerdos, anécdotas y vivencias en medio de la lucidez y el olvido


Rodeado de recursos hídricos y minerales, en medio de hermosos atardeceres creció Virgilio Antonio Córdoba Rentería. Un hombre alegre, jocoso y carismático que nació el tres de mayo de 1937 en Guarandó, corregimiento ubicado en el municipio de Quibdó. Un precioso lugar del pacífico colombiano en el que escribió las primeras líneas de su vida. Mide 1.97 metros. Su tez es oscura y muy fina. Tiene una sonrisa casi completa y una mirada brillante.

Comenzó a trabajar desde los seis años macheteando plataneras. Fue así como empezó a ganar dinero y sintió deseos de seguir laborando, todo porque le pagaban. “Era más amigo de la plata que de la gente”. Con el paso del tiempo se convirtió en un prestamista y muchas personas lo buscaban para salir de sus apuros económicos.

Su paso por el Ejército

Cuando cumplió la mayoría de edad se fue a prestar servicio militar a Florencia, Caquetá. Su estadía allí duró  tres meses. Posteriormente fue trasladado a Ibagué. Estuvo en el Ejército durante 18 meses, una experiencia enriquecedora que recuerda entre risas “uno allá comiendo gratis, además le llevaban a lavar la ropa a uno. Me ganaba $18.000, eso en ese tiempo era un poco de plata, con ella compraba las medias, los betunes, la pomada de brazos, cepillos, cremas”.

Un día cualquiera se enteró que uno de sus compañeros, al que denominó el pastuso porque no recordó su nombre, le había robado un poco de pomada, lo cual lo indignó profundamente. Así que en cuanto pudo decidió hacer justicia por sus propias manos. El pastuso recibió una visita que le llevó un pollo asado envuelto en hojas de plátano y que guardó en una caja custodiada por un candado. Virgilio no pudo abrirlo, así que decidió coger una navaja y romperla, extrajo de ella el pollo y lo compartió con algunos de sus compañeros, no sin antes advertirles que el que hablara tenía que pagarlo.

“Nos comimos todo eso, dejamos ese hueserío ahí, lo empacamos y lo pusimos en la caja otra vez, en el Ejército eso era una diablura ombe”, comenta entre risas. Recuerda el momento con picardía y dice unas cuantas groserías, la que más repite es "hijueputa". Le salen con una naturalidad absoluta y las mezcla con unas cuantas carcajadas que no puede evitar. Fue una época muy bonita que trae a colación con una mezcla de alegría y nostalgia. 

Después de salir del Ejército, regresó a su casa y se quedó dos meses en ella. Luego se fue a Puerto Berrío. De ahí se dirigió a Puerto Boyacá donde se enamoró de Claudia Mosquera, una mujer que el destino le alejó, pero que volvió a ver tiempo después. Para ese entonces su cariño estaba intacto, así que decidió dar rienda suelta a su relación con ella. Tuvieron tres hijos: Jonis, Luzneye y Zabelly. Nunca se casaron, en realidad prefiere no hablar del tema, simplemente lo evade y deja ver entre líneas que fue su mujer oficial, pero no la única en su vida.

Luego su destino fue Barrancabermeja. En este último lugar trabajó un año para Ecopetrol, realizando labores de mantenimiento, pero también estuvo de ascensorista. “Allá me tocó pegarle a un bobo, porque me decía: “este hijueputa negro dizque ascensorista y habiendo gente blanca pa’ que le den ese trabajo”. Y un día me cogieron con los apellidos en la cabeza y lo cogí y lo prendí ahí, se le vino la sangre”, concluye.

Cuando no tenía que trabajar los fines de semana se compraba dos garrafas de aguardiente y se las tomaba en la casa, tranquilo, relajado y feliz. Le gustaba mucho el trago, lo reconoce sin pudor alguno, pero su contrato temporal en Ecopetrol finalizó y decidió buscar nuevas oportunidades esta vez en Medellín, la ciudad que lo acogió hace tantos años que ni recuerda.

Comenzó vendiendo cerveza y gaseosa. Después le gustó vender fue guarapo, aunque no tenía ni idea de su preparación en un principio, pero aprendió y desde ese momento esa dulce bebida de caña fue la encargada de darle el sustento.

La elaboraba en trapiches, el último que tuvo fue de color rojo y presentaba fallas constantes, al punto de que lo dejaba por instantes cruzado de brazos, aunque con la sonrisa intacta que lo ha caracterizado siempre. Aquella bebida la preparaba de la siguiente manera: cogía la caña, la abría y le ponía a lo largo rodajas de limón. Luego la cerraba y la pasaba con cuidado por el trapiche eléctrico. Imposible dejar por fuera el amor con el que lo hacía. Utilizaba siempre tres coladores que filtraban restos de caña. Una coca transparente llena de hielos, en la que caía el líquido, para posteriormente servirlo en vasos desechables con ayuda de un gran cucharon gris.

A medida que iban llegando los clientes la iba preparando, no le gustaba vender guarapo viejo, eso sí que lo tenía claro. Su sabor era inconfundible, puro, natural, y delicioso, no le adicionaba agua como muchos de sus colegas lo hacían. Sabía que debía vender algo bueno y por lo menos le queda la satisfacción de que así fue.

El tiempo ha pasado con prisa y algunas historias permanecen intactas en su memoria que hoy parece un tanto selectiva. A sus 78 años sabe que tiene 14 nietos, pero no recuerda los nombres de estos. Al llamarlos simplemente les dice: negro-negra.

Ellos son: Emanuel, Valery, Gina, Leidy, Larry, Darly, Estefany, Mariana, Juan Andrés, Luisa kevin, Daniela, Shirley, Luisfer, pero ahí no termina el legado familiar, pues tiene tres bisnietos: Angelo, Dilan y Matías. 

Vive en el barrio La Iguaná con Luzney, Daniela, Shirley, Angelo y Luisfer. Claudia, su mujer no vive con él, sin embargo todos los días lo visita y le hace de comer. “En la casa cada quien es por su lado. Él se aburre mucho encerrado. Hay pocos momentos de felicidad, se acabó el amor, la unión”, comenta Daniela Córdoba Mosquera, su nieta.

La puerta de su apartamento está marcada con el número 203. Al abrirla lo primero que se ve es un espejo y al lado un comedor redondo con tres sillas de plástico blancas. Un televisor de 21 pulgadas que reposa sobre una antigua máquina de coser, unos muebles verdes, una ventana con cortinas azules y un piso sin baldosar. A la izquierda la cocina, al fondo se divisa el baño y tres piezas sin puerta, cubiertas con cortinas azules. 

Virgilio es muy querido por la gente, tal vez su personalidad arrolladora sea la responsable de ello. “Es muy formal, buena gente, servicial, buen compañero, excelente mi relación con él”, expresa Elvia Rosa Ruiz, amiga.  

Pasa la mayor parte de su tiempo encerrado, normalmente acostado en su cama con la mirada hacia el techo o sumido en sueños profundos. No puede salir solo a caminar como hasta hace unos meses lo hacía, pues hoy ve con nostalgia, tristeza e impotencia las secuelas que un accidente de tránsito ocurrido el 12 de septiembre de 2014 le dejó. No tiene muy claro lo ocurrido ese día, solo sabe que se dirigía a trabajar a su local 1037 en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot y que nunca llegó.

Daniela recrea la historia que Virgilio no recuerda. Un motociclista lo envistió mientras intentaba cruzar una calle a unas cuantas cuadras de su lugar de trabajo. Recibió un fuerte golpe que lo dejó tendido en el asfalto con el conocimiento perdido. Minutos después una ambulancia lo trasladó al Hospital Pablo Tobón Uribe donde posteriormente reaccionó.

La atención no fue la mejor. Lo operaron de la pierna derecha y lo mandaron para la casa a punta de medicamentos, pero se veía mal, con dolores fuertes que las pastillas no le calmaban, con la memoria desvanecida al punto de no distinguir a sus familiares y reducido a una cama. Luego lo trasladaron a otro hospital, Daniela no tiene claro el nombre, pero manifiesta que la atención no pasó a mayores y nuevamente regresó a su hogar.

Los días fueron pasando y Virgilio empeoraba al punto de tener paralizado todo un lado de su cuerpo. Fue llevado a la Clínica León XIII donde le hicieron por primera vez un examen en la cabeza que arrojó como resultado dos hematomas. Fue operado de inmediato y dejado en observación tres días. Después del procedimiento se vio más lúcido, sin embargo, esto al parecer afectó parte de su cerebro y comprometió un poco su memoria. 

Desde ese momento sus días han transcurrido en una cama. En medio del silencio de su habitación y ante la compañía esporádica de algunos amigos y familiares que han decidido ir a verlo. Inmóvil debido a una platina en su pierna y con unos deseos infinitos de cruzar la puerta que lo separa del mundo exterior para trabajar y compartir con sus amigos que durante años lo han acompañado. Y es que no ha sido fácil para él la situación, pues toda la vida ha laborado y ahora a duras penas se puede levantar de la cama.

Sus pasos son cortos y debe darlos apoyándose en  las paredes. En su hogar lo han ayudado y le han colaborado, sin embargo en el aire se siente el olvido y en sus ojos a veces nublados de tristeza se confirma. La soledad danza en medio de una familia numerosa que olvidó la palabra unión y en su lugar activó la indiferencia.  

Virgilio evoca tranquilidad y respeto. No conoce la palabra resentimiento y jamás le niega un favor a alguien. Siempre tiene algo que decir, por lo que una conversación con él es sumergirse por senderos atiborrados de aprendizajes y experiencias.

“Él es muy buena gente, le gusta mucho hablar, pero desde el accidente está todo amargadito. Es una persona que alega mucho, se estresa demasiado”, puntualiza Daniela Córdoba Mosquera. Tal vez esto es producto del encierro. Para Virgilio su vida era el trabajo, ahora permanece en casa a la espera de que alguien le regale un caminador, para así poder dar pasos que lo lleven más allá de las cuatro paredes en las que ha estado aislado.

“Virgilio es de un ánimo y un entusiasmo excelente. Ante las adversidades es positivo, tiene una gran tenacidad. Siempre busca la forma de superarse”, manifiesta Franceley Marín Giraldo, amiga.

Los ojos de Virgilio brillan mientras recuerda tantos momentos. Su sonrisa es permanente en medio de las historias que narra sentado en su cama cubierta con una sábana de flores. Al lado de esta hay un nochero de madera un poco desgastado por el tiempo y el uso. Un chifonier café oscuro con productos alimenticios en la parte superior y un televisor que no es más que un adorno. Un mueble beige para que sus visitas se sienten y una ventana abierta que deja fluir el aire fresco proveniente de una palmera y unos árboles de mango.  

A pesar de la situación por la que atraviesa sabe que nada le puede quitar la paz, y sueña con caminar ligeramente por los senderos que siempre recorrió, porque quiere volver a llevar su vida de antes, cargar bultos de caña para elaborar la bebida que ha estado tan adherida a su vida y sentarse a compartir con sus clientes tantas historias y tantos momentos envuelto en su sonrisa, esa que le alegra el alma a cualquiera.