martes, 29 de diciembre de 2015


Más allá de la apariencia

Para muchas personas lo más importante en la vida, es la apariencia. Cómo se ven, cómo lucen, en qué condiciones se encuentran físicamente y qué opinan los demás del cuerpo que poseen. A simple vista es lo único que les interesa, o al menos, lo más relevante en su existencia.

Está bien quererse, cuidarse, acicalarse y demás, pero no podemos dejar de lado que los seres humanos somos más que un aspecto físico. Somos pensamientos, emociones, sentimientos, decisiones y acciones. Es lamentable ver cómo hay personas que hacen a un lado a otras, simplemente porque no tienen muchos atributos físicos, porque no son muy “agraciadas” y no son considerabas bellas, pese a que la belleza es tan subjetiva como la vida misma.

A esta sociedad le han vendido un modelo a seguir. Las medidas perfectas son  90-60-90, y no poseerlas, es salirse de los esquemas planteados. Existe una búsqueda constante hacia la perfección, incluso a costa de la vida.

Para la mayoría de los hombres, las mujeres interesantes son aquellas que están “buenas”, las que tienen un cuerpo voluminoso (unos senos grandes y un inmenso tafanario). Por su parte, para muchas mujeres, los hombres que valen la pena son aquellos que poseen unos brazos de grandes proporciones, un abdomen marcado “six pack” y una gran altura. Parámetros planteados y estimulados que cautivan por doquier, pero la vida, no se reduce a la apariencia, hay mucho más allá, invisible ante los ojos de los superficiales: la esencia. 


Video tomado de: https://www.youtube.com/watch?v=df7kRGqwd_w

martes, 22 de diciembre de 2015


Un viaje imaginario a través de epístolas

Siempre diré que coger un libro es viajar a través de la palabra. Es recrear lugares, personajes y escenas por medio de la imaginación. Leer es una verdadera experiencia que alimenta mi ser.

Cartas a un joven periodista, es un libro escrito por Juan Luis Cebrián, periodista español enamorado de su profesión. En su juventud creyó haber sido llamado hacia el voto sacerdotal, pero esto duró poco y le sirvió para descubrir otras vocaciones menores entre las que se encontraba el periodismo. 

Su abuelo y su padre estudiaron medicina, este último se vio obligado a trabajar en una redacción tras la posguerra, y fue así como se inició en el mundo de la prensa por casualidad. Tal vez vivir en medio de noticias, periódicos y rotativas influyó para que Juan Luis tomara ese camino que ha sabido recorrer satisfactoriamente.

El autor del libro realiza una especie de monólogo a lo largo de su obra y utiliza un personaje inexistente llamado Honorio, al cual decide escribirle catorce cartas respondiendo inquietudes en torno al ejercicio del periodismo. Debo decir que me gustó mucho la forma en la que está escrito el libro, porque a pesar de que Honorio es un joven imaginario Cebrián todo el tiempo te hace pensar que en realidad existe por la forma en la que se dirige a él. Cada una de las cartas incluye: saludo, opiniones, recomendaciones y despedida.

Nombra a varios autores reconocidos, entre ellos Kafka, de quien comparte la siguiente cita: “Escribir cartas significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan ávidamente” y deja claro que la ha utilizado en otras ocasiones. Y es eso lo que Juan Luis hace en cada una de las epístolas que escribe, pues se despoja de muchas cosas, entre ellas sus prejuicios y vivencias personales. Es compartir con el otro esa esencia que permea a cada ser humano de manera diferente. “Las cartas deben de estar escritas del puño y letra del remitente, mojando la pluma en lágrimas o sangre, pero nunca sujetas a los impulsos electrónicos del ciberespacio” (Cebrián, 2003,12).

Sentarse a redactar en una hoja de papel es un acto que ha pasado a un segundo plano en vista de la presencia tecnológica que nos facilita a muchos las tareas cotidianas con tan solo un clic. Pero viéndolo bien, es más significativo recibir una carta a mano que impresa, porque de por medio hay un valor agregado, una letra propia y característica, lo que hace sentir más cercano y representativo el mensaje, aunque sea más fácil digitar teclas que plasmar grafemas a mano. 

Hay diversos interrogantes a lo largo de la lectura, y lo mejor de todo es que cada uno de ellos tiene respuesta ¿Qué es un periodista? ¿Qué tipo de periodistas hay? ¿Qué es la vocación? Son simplemente algunas de las preguntas que plantea en la obra. Particularmente me gustó mucho el manejo que le dio a cada una de ellas porque expone un panorama muy abierto al respecto. Resalto el término ´vocación´, porque no solo revela la etimología de la palabra proveniente del latín vox, vocis, o sea voz, sino que profundiza mucho en ella. Comparto plenamente su posición frente a la misma.

Sus creencias en la vocación son más relativas. No cabe duda de que existen unas facultades innatas en cada persona que le ayudan a hacer mejor tal o cual cosa. También es cierto que casi todo se puede aprender, aunque la mejor educación del mundo no sustituye al talento. Pero la decisión de dedicarse profesionalmente a algo en concreto depende tanto de las habilidades naturales como de las circunstancias que a uno le rodean (Cebrián, 2003, 15).

A medida que leía el libro me iba fascinando más con él. Cada carta trataba un tema diferente relacionado con el periodismo e iba sintiendo la necesidad y el deseo de seguir leyendo página tras página, debo confesar que me atrapó cada línea de una manera impensable y me hizo repensar muchos aspectos de la profesión que elegí.

Desde que era niña supe que quería ser periodista. No sé por qué llegué a esa conclusión, pero tengo muy claro que siempre ha estado presente en mi mente, de hecho cuando tenía 11 años una profesora me puso de tarea escribir qué quería ser cuando fuera grande y yo anoté con un lapicero de tinta negra y en letra cursiva: quiero ser periodista de la Universidad de Antioquia, hoy vivo mi proceso de formación plenamente. Hay cosas inefables y mi carrera es una de ellas.

Juan Luis deja claro en su texto que la curiosidad y las ganas de hacer las cosas son claves en esta profesión. Vale la pena interesarse por lo que nos rodea e ir más allá de lo que vemos. Periodistas hay muchos, pero como él mismo dice trayendo a colación algunas palabras de su colega y novelista Mauricio Muñiz: “Convéncete, solo hay dos clases de periodistas. Los que escriben bien y los que no”.

Cada línea de Cartas a un joven periodista me dejó entrever la pasión con la que el autor ha ejercido el periodismo. Cualquier persona que tenga en mente estudiar esta carrera tendrá la posibilidad de ver a través de los ojos de Cebrián muchas alternativas y opciones al respecto.

Es importante tener ciertas condiciones innatas, pero también es necesario aprender a través de los conocimientos que imparten otros. Se necesita voluntad para emprender cualquier labor, constancia y disciplina para mantenerse vigente en ella, pero hay otros factores que se presentan en el camino, lo importante es trasegar con firmeza y nunca dejar de escuchar esa voz interna que siempre tiene algo por decir.


Bibliografía
CEBRIÁN, Juan Luis. Cartas a un joven periodista, Madrid: Santillana Ediciones Generales, SL. 2003.


domingo, 13 de diciembre de 2015



Elecciones 2015: un deber de muchos, ejercido por pocos



El pasado 25 de octubre de 2015 se realizaron las jornadas electorales más recientes de Colombia. Pese a que hubo una reducción en el abstencionismo, este sigue siendo preocupante. La elección de los mandatarios ha quedado en manos de unos cuantos que deciden acercarse a las urnas, a pesar de los prejuicios que emergen debido a la corrupción y a los escándalos en los que se han visto envueltos algunos políticos que años atrás tuvieron miles de votos de confianza. 

Según el artículo 258 de la Constitución Política de Colombia “el voto es un derecho y un deber ciudadano”. Sin embargo, pocas personas hacen uso de este. La elección de los políticos ha corrido muchas veces por cuenta de menos de la mitad de las personas habilitadas para votar, un hecho preocupante, si se tiene en cuenta que quienes gobiernan toman decisiones y acciones que repercuten en el devenir de la sociedad.

Votar o no votar. Ese, es el dilema que muchos colombianos tienen cuando llega la época de la jornada electoral en el país. Los que deciden salir a las urnas muchas veces no lo hacen por voluntad propia, sino por interés. Muchos se ven tentados por los beneficios que trae consigo tener un Certificado Electoral, entre ellos, el 10% de descuento en el valor de la matrícula que tienen los estudiantes de las universidades públicas, (artículo 1, de la Ley 815 de 2003) y el medio día de descanso compensatorio remunerado para los empleados (artículo 3°, de la Ley 403 de 1997) por mencionar algunos de ellos.

Tal vez, las dádivas entregadas por algunos candidatos se convierten en la principal motivación para hacer uso del voto. La comida pareciera ser un elemento tentador entre algunos electores que por un simple mercado o incluso un bono, regalan el voto, o más bien, lo venden.

“Pasa que nos parece razonable que quien consigue los votos gana, pero no nos importa cómo los consigue. Y es normal que triunfe quien tenga más sufragios, es un principio fundamental de la democracia. Pero eso no quiere decir que vale ganar a cualquier precio ni de cualquier manera. Eso no lo han entendido ni los candidatos ni quienes votan”, señaló Fernando Giraldo García, politólogo e investigador de la Universidad del Norte, en Barranquilla al periódico El Tiempo.

La transparencia en el momento de las elecciones debería ser una constante. Sin embargo, es un simple imaginario, que no logra trascender ante personas inescrupulosas que hacen hasta lo imposible por ganar las elecciones, incluso al punto de comprar votos. Si existe corrupción previa a las votaciones y durante estas, no me quiero imaginar cómo será un periodo de gobierno de un mandatario que logra una curul o un cargo a través de este tipo de “mecanismos”. 

Según la Misión de Observación Electoral (MOE) la mayor parte de las denuncias que reciben son por compra y venta de votos, una problemática que sigue registrándose, pese a los llamados de las autoridades.

Pero esta no es la única situación que se registra en época de votaciones. Otro caso de irregularidad se da a través de la trashumancia. Según el portal web de la Registraduría Nacional del Estado Civil, “es la acción de inscribir la cédula para votar en un lugar distinto a aquél en el que se reside y constituye un delito contemplado en el Código Penal Colombiano bajo el nombre de fraude en inscripción de cédulas”. Este acto es punible por el artículo 389 del Código Penal, con una pena de 4 a 9 años de prisión.

Un total de 33.820.199 personas estaban habilitadas para votar el pasado 25 de octubre de 2015. El 40 % de ellas se abstuvo de hacerlo. Cabe decir, que es un dato preocupante, pero con respecto a otros comicios se presentó una reducción en el abstencionismo, es decir, más colombianos salieron a las urnas a votar. Muchos se quedaron en casa y prefirieron que otros eligieran por ellos.

Sería grandioso que todas las personas habilitadas para ejercer dicho derecho tomaran la decisión de salir a las urnas, y así contribuir en la elección de los futuros líderes políticos que nos representarán.

En las pasadas elecciones los colombianos eligieron: alcaldes, gobernadores, diputados, concejales y ediles de juntas administradoras locales para el periodo 2016 - 2019. A partir del primero de enero empezarán sus labores.

Las campañas políticas en el país iniciaron oficialmente el 26 de julio de 2015. Desde entonces, vallas publicitarias, afiches, cuñas y comerciales se convirtieron en los principales aliados de los candidatos.

Los medios de comunicación sirvieron de escenario de difusión de muchas campañas. Además las Redes Sociales se convirtieron en un espacio para promoverlas. Allí los candidatos buscaron darse a conocer y ganar más adeptos.

Internet es un espacio donde confluyen muchas ideas, posiciones, opiniones, creencias y gustos. Es un lugar en donde las voces se difunden rápidamente y a millones de kilómetros de distancia. A través de la Web se propaga mucha información, gracias a diferentes herramientas como las Redes Sociales.

Sin embargo, muchos creen que no hay que confiarse en ellas. Tener muchos seguidores no garantiza, una obtención significativa de votos. Tal es el caso por ejemplo de Antanas Mockus, quien fue candidato presidencial por el partido Verde en las elecciones de 2010.

En Facebook se dio todo un despliegue de su campaña. Los mismos usuarios se encargaron de promoverla y fueron los que expandieron la voz para ganar más adeptos. En el país, nunca se había visto un auge político tan grande a través de este medio.

Por la acogida que tuvo Mockus, muchos creyeron que sería el nuevo mandatario de los colombianos. Sin embargo, Juan Manuel Santos lo superó en las urnas. Lo que demuestra que no necesariamente el número de seguidores se ve materializado en las votaciones.

La cifra de seguidores que ostentaba Antanas Mockus en la época de elecciones del 2010 era 684.341. En la actualidad es de 873.423, una de las más representativas dentro del ámbito político en el mundo.

Vale la pena decir que muchas de las personas que están detrás de las Redes Sociales son jóvenes, que ni siquiera pueden votar. Además quienes se encuentran en condiciones de hacerlo, en ocasiones prefieren evitarlo, convirtiéndose así en una fuerza online que no trasciende más allá de las pantallas y que no se ve reflejada en la realidad, tal como le pasó a Mockus.

Tener muchos seguidores no necesariamente es un indicador del éxito en las jornadas electorales. Como tampoco lo es liderar las encuestas, pues, ha quedado demostrado que algunas firmas encargadas de la realización de las mismas han develado posibles ganadores que a la hora de la verdad no terminan ocupando el primer lugar tras los comicios.

En la pasada época electoral, el candidato por la Alcaldía de Medellín que lideraba  las encuestas, era Juan Carlos Vélez, del partido Centro Democrático, quien estaba respaldado por Álvaro Uribe Vélez.

En muchos medios se anunció que llevaba la delantera en las encuestas y más de un ciudadano pensó que ganaría por el simple hecho de tener tanta favorabilidad y estar “apadrinado” por el actual senador Uribe Vélez. No obstante, fue superado en los comicios por Federico Gutiérrez, del movimiento Creemos, quien logró postularse como candidato gracias a miles de firmas que respaldaron su campaña.

Esto deja entrever que las encuestas no son precisas, simplemente son unos estudios o acercamientos preelectorales, pero todo se define el día de las votaciones, en las urnas, y ha quedado demostrado que cualquier cosa puede pasar y que no necesariamente gana el candidato que las lideró.

Los medios de comunicación se encargaron de mantener al tanto a los colombianos en cuanto a lo que ocurría alrededor de las campañas políticas. Se realizaron varios debates en donde se conocieron las posiciones de los candidatos frente a diversas situaciones planteadas, además las propuestas con las que impulsaron sus candidaturas. Siendo así, elementos difusores importantes que permitieron conocer un poco quiénes eran los postulados y futuros representantes políticos del país.

También fueron de gran ayuda a la hora de comunicar los resultados emitidos por la Registraduría Nacional del Estado Civil, quien entregó en tiempo récord los boletines, al punto de informar en 70 minutos el nombre del nuevo alcalde de  Bogotá y en 90 minutos los ganadores de las principales ciudades del país. Es decir, que en poco tiempo los colombianos se enteraron de los políticos que salieron victoriosos, estando así, al tanto de lo sucedido el día de las elecciones.

Muchas personas no creen en los políticos y es normal, ante las situaciones que se han registrado en Colombia. Escándalos tras escándalos permean a muchos de ellos. Samuel Moreno, exalcalde de Bogotá, deberá responder ante las autoridades por unos contratos irregulares que se firmaron en su mandato. Quienes lo eligieron como alcalde deben estar con un sinsabor, pues escogieron a una persona que se aprovechó de su posición política para actuar indebidamente.

Él, es solo uno de los tantos políticos que han obrado mal y han hecho que los colombianos crean menos en ellos, al punto, de abstenerse de votar en las elecciones, pues muchos generalizan y creen que todos son unos corruptos, que no harán nada por el país y solo se enriquecerán a costa de un pueblo ingenuo.