jueves, 3 de septiembre de 2015



La calle: un hogar bajo los plásticos y las drogas

Giovanni Patiño, más conocido como ‘Papá Giovanni’, es quizás la persona con más propiedad para hablar sobre el tema de los habitantes en condición de calle en Medellín. Pues durante 28 años ha sido testigo de historias y vivencias que se han tejido alrededor de ese mundo que sucumbe en el desprecio, el abandono y las drogas.

Una de las historias que más lo ha marcado fue la de una mujer oriunda del Chocó a la que supuestamente el ICBF separó de su hija de 6 años. Situación que la afectó tanto, al punto de decidir acabar con su vida, envenenándose. Ella vivía debajo de un árbol y Giovanni se encargó de hacerle el velorio, un hecho simbólico que conoció la ciudad a través de los medios. Suceso que denominaron “La indigente que murió por amor”.

A raíz de esta situación, la Policía se lo llevó detenido por escándalo público y muchas personas empezaron a conocerlo, entre ellas Víctor Gaviria, director de cine. Con quien trabajó en la película La vendedora de rosas. Al año creó la corporación social Papá Giovanni Vendedora de Rosas y continuó trabajando en proyectos audiovisuales, al punto de dirigir su propia producción Lola-drones. “A Medellín y a Colombia le hacía falta una historia de amor, pero desde la calle”.

¿Qué lo motivó a trabajar con los habitantes de calle?

“Nací y me críe en esos mismos caños, arroyado por las prostitutas. Soy de la camada del viejo Guayaquil. Nada extraño en estar con mis locos, que huelen a humano siempre”.

¿Qué ha sido lo más fuerte que le ha tocado vivir con los habitantes en situación de calle?

“Adopté a una niña de 3 años que nació desde el vientre sacolerita, era mi hija, mi amuleto. Después de La vendedora de rosas empecé a viajar por muchas partes, yo casi que abandoné a mi muchachita, pero ya mi niña estaba toda grandecita, tenía 16 años. Cuando un día regresé a la ciudad, me la habían violado y le habían metido dos balazos, me la tiraron al río y me tocó rescatarla putrefacta en Barbosa”.

¿Cuáles son los principales motivos por los que una persona termina viviendo en situación de calle?

“Eso es muy relativo. Hay muchas cosas del existencialismo, del conflicto, de la  violencia intrafamiliar. En la calle hay comida, vicio, sexo, médico, todo lo tienen ahí”.

¿Cómo definiría la situación actual de esta población en Medellín?

“Aquí hablan de fenómeno, pero esto existe desde hace mucho tiempo. Los primeros censos fueron por allá en el 98 o 99. Los focos eran: Niquitao, Lovaina, Naranjal, Barrio Triste. Con el negocio de la bazuca Medellín se convirtió en un pequeño Cartucho. La Policía empezó a tumbar las cuevas y los loquitos se empezaron a desplazar por las periferias. Estamos casi en los 6.000 habitantes de calle, sin embargo no todos se dejan censar, no se muestra del todo esa realidad”.

¿Cómo es el tema de la prostitución?

“Los habitantes de calle tienen sus propios códigos. Es entre ellos mismos. Las mujeres no se venden por ahí paradas, no lo he visto hasta ahora”.

¿Hace cuánto nació la Corporación Papá Giovanni?

“La Corporación era yo. Un güevón solo con una mochila llena de medicamentos y haciendo una labor única. No es egocentrismo, es una cosa rayada. Yo me entregué a la calle, pero para ayudar. Los loquitos me decían papá Giovanni. La Corporación surgió hace como 16 años”.

¿Con cuántas personas trabaja en la Corporación?

“Constituidos somos como 10. Tengo muchos amigos. Cuando voy a hacer algo somos muchos 20-30 personas, todo el que se mida”.

¿Cómo hacer para no volverse un habitante más de la calle?

“Yo no toqué esos vicios. El basuco, el perico, todas esas cosas son muy tenaz y lo tiran a uno allá. Yo no, esas güevonadas no”.

¿Cómo es el trato de las autoridades con este grupo poblacional?

“Algunos piensan que somos desechables. A veces el pobre loquito no sabe sus derechos y si los sabe lo callan a punta de palo y le matan los piojos con bolillo. Han venido calmándose de un tiempo a esta parte, porque ahorita le están cayendo más duro es a los jíbaros camuflados, peladitos que traen de las comunas, los visten de indigentes y los ponen a trabajar”.

¿Es posible una Medellín sin habitantes de la calle?

“Eso no es posible. En un país como el de nosotros no es posible”.



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