viernes, 2 de octubre de 2015


Recuerdos empañados de violencia y dolor

                                                      

Efrén Taborda Urrego es un habitante del barrio Villa Hermosa, ubicado en la comuna 8 de Medellín. Desde 1962 vive en el lugar. Para esa década no se hablaba de los combos, sino de los grupos delincuenciales. Recuerda que en ese momento alias “Care Vieja” y el “Mono Trejos” eran considerados ‘los duros’ de la época.

A los 14 años terminó la primaria. Como era el mayor de la casa le tocó responder por sus tres hermanos. A los 15 años comenzó a trabajar en mecánica automotriz y en una cafetería, para ese momento ganaba 11 pesos y le prometió a su madre que no tendría que trabajar más.

A los 23 años ingresó a laborar en una empresa de aceros y tras ver que no tenía las condiciones óptimas para trabajar comenzó a interesarse por el sindicalismo y sintió la necesidad de luchar por los derechos laborales.

Se fue a vivir a Itagüí. Allí  trabajó en una empresa durante 10 años y salió desplazado en 1986 tras participar en un paro cívico con el que los sindicalistas  buscaban tener agua potable y pavimentar las calles del municipio. Finalmente se hizo una negociación, pero le costó la vida a muchos compañeros. En ese momento empezó a recibir amenazas y tuvo que retornar a la comuna 8.

El 24 de diciembre de 1993 Jorge Alberto Taborda Urrego, uno de sus hermanos, se dirigió  para la casa tras finalizar su jornada de trabajo y se encontró con dos amigos que estaban discutiendo, los separó y sin querer le tocó la cara a uno de ellos quien le dijo: “Hijueputa de mañana no pasás”. Jorge no le prestó mucha atención al comentario, puesto que había una amistad de por medio.

Al otro día se sentó con Efrén a comer natilla y a ver el noticiero de la una de la tarde. Luego salió a la calle y minutos después llegó la noticia de que lo habían atacado. La persona que lo amenazó cumplió con su palabra, gracias a que tenía un hijo presuntamente involucrado en la delincuencia.

Lo llevaron a un hospital. Había sido degollado y tenía un impacto de bala en la cabeza. Según algunos testigos del hecho, lo humillaron mucho antes de ser asesinado y fueron tres hombres los que lo mataron. 

“En ese momento había una guerra tremenda en donde mataban a la gente hasta por quitarle una chaqueta o unos zapatos muy bonitos. Había todo un proceso de recogimiento de los combos con los paramilitares. Se unificaban a las AUC o se tenían que abrir o les daban candela. Muchos tuvieron que meterse obligatoriamente”, comentó Efrén Taborda Urrego.

Pese a saber quién estaba detrás del asesinato de su hermano, su familia decidió evitarse problemas y posibles represalias, guardando silencio. Dicho homicidio lo consideramos como un primer momento de victimización por parte de los paramilitares, porque ellos en ese momento estaban predominando en todo el territorio y ya se escuchaba que estaban desapareciendo los combos y que los que estaban quedando al mando eran ellos”, puntualizó.

A los tres meses de la pérdida de su ser querido, fue asesinado uno de los presuntos responsable del homicidio, le pusieron una arma de fuego en en el pecho.

Efrén tuvo una hija con su primera compañera sentimental. Con el tiempo se volvió a enamorar, esta vez de una mujer con cuatro hijos. Para ese entonces el mayor, Juan Fernando Quiroz, tenía 7 años. “Ese muchacho para mí fue como un segundo hijo, yo los críe a todos y cuando él tenía 23 años en el 2003 lo mataron los paramilitares, del Bloque Cacique Nutibara”, manifestó.

El grupo paramilitar que presuntamente estuvo a cargo del asesinato de su hijo, se desmovilizó el 25 de noviembre de 2003 en Medellín. Los miembros representantes fueron: Giovanni Jesús Marín Zapata y Fabio Orlando Acevedo. Se desmovilizaron 868 personas y fueron entregadas 497 armas y 14 granadas, según un informe de la Presidencia de la República.

El hijo de Efrén tuvo un problema tras una fiesta de amanecida. Lo hirieron en una mano con un envase. Se fue para la Unidad Hospitalaria de Buenos Aires para que le hicieran la curación y  al momento de salir para su casa fue atacado de nuevo por varios hombres. Nuevamente ingresó al centro asistencial y tuvo que esperar en una camilla mientras era atendido. Fue trasladado en una ambulancia al Hospital General, donde un médico anunció que ya no había nada qué hacer.

“Yo hablé con la mamá de él para que hiciera las vueltas de la indemnización. La repararon económicamente a ella y a la esposa de él. Ese proceso fue fácil, el que ha sido difícil es el del hermano mío, porque no ha salido favorecida mi mamá”, comentó Taborda Urrego.

Él le dijo a su compañera sentimental que no podían quedarse solo en la indemnización, porque la Verdad, Justicia y Reparación no puede limitarse solo al marco económico, pero ella no quiso involucrarse con el proceso completo, debido a que sufre de nervios y estrés y no quiere revivir el dolor de la pérdida de su hijo.

Mediando a través de la palabra

Francisco Álvarez tiene 73 años y es uno de los mediadores del Museo Casa de la Memoria, un proyecto que busca reconstruir la memoria histórica en Colombia. Un espacio donde confluyen el diálogo y los recuerdos.

“Los paramilitares han sido víctimas de la falta de oportunidades. El Estado no ha tenido esa voluntad política para generar ingresos. El país merece una transformación, debemos ser políticos, pero no politiqueros, agruparnos para andar todos juntos. Tengo la certeza que está muy próxima la paz. Yo estoy poniendo mi granito de arena para la construcción de Colombia”, puntualizó Álvarez.

Las muertes disminuyeron, aunque la ilegalidad se disparó por otros lados, a través de la prostitución, el robo, el microtráfico, las vacunas. “La tarea quedó medio hecha, estamos viviendo una paz, pero con miedo, porque es una relativa calma, no hay los muertos que habían anteriormente, pero las empresas ilegales están creciendo”, expresó Efrén Taborda Urrego. 

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