Un viaje imaginario a través de epístolas
Siempre
diré que coger un libro es viajar a través de la palabra. Es recrear lugares,
personajes y escenas por medio de la imaginación. Leer es una verdadera
experiencia que alimenta mi ser.
Cartas a un joven periodista, es
un libro escrito por Juan Luis
Cebrián, periodista español enamorado de su profesión. En su juventud creyó
haber sido llamado hacia el voto sacerdotal, pero esto duró poco y le sirvió
para descubrir otras vocaciones menores entre las que se encontraba el
periodismo.
Su abuelo y su padre estudiaron medicina, este último se vio obligado a trabajar en una redacción tras la posguerra, y fue así como se inició en el mundo de la prensa por casualidad. Tal vez vivir en medio de noticias, periódicos y rotativas influyó para que Juan Luis tomara ese camino que ha sabido recorrer satisfactoriamente.
Su abuelo y su padre estudiaron medicina, este último se vio obligado a trabajar en una redacción tras la posguerra, y fue así como se inició en el mundo de la prensa por casualidad. Tal vez vivir en medio de noticias, periódicos y rotativas influyó para que Juan Luis tomara ese camino que ha sabido recorrer satisfactoriamente.
El
autor del libro realiza una especie de monólogo a lo largo de su obra y utiliza
un personaje inexistente llamado Honorio, al cual decide escribirle catorce
cartas respondiendo inquietudes en torno al ejercicio del periodismo. Debo
decir que me gustó mucho la forma en la que está escrito el libro, porque a
pesar de que Honorio es un joven imaginario Cebrián todo el tiempo te hace
pensar que en realidad existe por la forma en la que se dirige a él. Cada una
de las cartas incluye: saludo, opiniones, recomendaciones y despedida.
Nombra
a varios autores reconocidos, entre ellos Kafka, de quien comparte la siguiente
cita: “Escribir cartas significa desnudarse ante los fantasmas, que lo esperan
ávidamente” y deja claro que la ha utilizado en otras ocasiones. Y es eso lo
que Juan Luis hace en cada una de las epístolas que escribe, pues se despoja de
muchas cosas, entre ellas sus prejuicios y vivencias personales. Es compartir
con el otro esa esencia que permea a cada ser humano de manera diferente. “Las
cartas deben de estar escritas del puño y letra del remitente, mojando la pluma
en lágrimas o sangre, pero nunca sujetas a los impulsos electrónicos del
ciberespacio” (Cebrián, 2003,12).
Sentarse
a redactar en una hoja de papel es un acto que ha pasado a un segundo plano en
vista de la presencia tecnológica que nos facilita a muchos las tareas
cotidianas con tan solo un clic. Pero viéndolo bien, es más significativo
recibir una carta a mano que impresa, porque de por medio hay un valor
agregado, una letra propia y característica, lo que hace sentir más cercano y
representativo el mensaje, aunque sea más fácil digitar teclas que plasmar
grafemas a mano.
Hay
diversos interrogantes a lo largo de la lectura, y lo mejor de todo es que cada uno
de ellos tiene respuesta ¿Qué es un periodista? ¿Qué tipo de periodistas hay?
¿Qué es la vocación? Son simplemente algunas de las preguntas que plantea en la
obra. Particularmente me gustó mucho el manejo que le dio a cada una de ellas
porque expone un panorama muy abierto al respecto. Resalto el término ´vocación´,
porque no solo revela la etimología de la palabra proveniente del latín vox,
vocis, o sea voz, sino que profundiza mucho en ella. Comparto plenamente su
posición frente a la misma.
Sus
creencias en la vocación son más relativas. No cabe duda de que existen unas
facultades innatas en cada persona que le ayudan a hacer mejor tal o cual cosa.
También es cierto que casi todo se puede aprender, aunque la mejor educación
del mundo no sustituye al talento. Pero la decisión de dedicarse
profesionalmente a algo en concreto depende tanto de las habilidades naturales
como de las circunstancias que a uno le rodean (Cebrián, 2003, 15).
A
medida que leía el libro me iba fascinando más con él. Cada carta trataba un
tema diferente relacionado con el periodismo e iba sintiendo la necesidad y el
deseo de seguir leyendo página tras página, debo confesar que me atrapó cada
línea de una manera impensable y me hizo repensar muchos aspectos de la
profesión que elegí.
Desde
que era niña supe que quería ser periodista. No sé por qué llegué a esa
conclusión, pero tengo muy claro que siempre ha estado presente en mi mente, de
hecho cuando tenía 11 años una profesora me puso de tarea escribir qué quería
ser cuando fuera grande y yo anoté con un lapicero de tinta negra y en letra
cursiva: quiero ser periodista de la Universidad de Antioquia, hoy vivo mi proceso de formación plenamente. Hay cosas
inefables y mi carrera es una de ellas.
Juan
Luis deja claro en su texto que la curiosidad y las ganas de hacer las cosas
son claves en esta profesión. Vale la pena interesarse por lo que nos rodea e
ir más allá de lo que vemos. Periodistas hay muchos, pero como él mismo dice
trayendo a colación algunas palabras de su colega y novelista Mauricio Muñiz: “Convéncete,
solo hay dos clases de periodistas. Los que escriben bien y los que no”.
Cada
línea de Cartas a un joven periodista me
dejó entrever la pasión con la que el autor ha ejercido el periodismo.
Cualquier persona que tenga en mente estudiar esta carrera tendrá la
posibilidad de ver a través de los ojos de Cebrián muchas alternativas y
opciones al respecto.
Es
importante tener ciertas condiciones innatas, pero también es necesario
aprender a través de los conocimientos que imparten otros. Se necesita voluntad
para emprender cualquier labor, constancia y disciplina para mantenerse vigente
en ella, pero hay otros factores que se presentan en el camino, lo importante
es trasegar con firmeza y nunca dejar de escuchar esa voz interna que siempre
tiene algo por decir.
Bibliografía
CEBRIÁN,
Juan Luis. Cartas a un joven periodista,
Madrid: Santillana Ediciones Generales, SL. 2003.
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