Efrén Taborda Urrego es un
habitante del barrio Villa Hermosa, ubicado en la comuna 8 de Medellín. Desde
1962 vive en el lugar. Para esa década no se hablaba de los combos, sino de los
grupos delincuenciales. Recuerda que en ese momento alias “Care Vieja” y el
“Mono Trejos” eran considerados ‘los duros’ de la época.
A los 14 años terminó la
primaria. Como era el mayor de la casa le tocó responder por sus tres hermanos.
A los 15 años comenzó a trabajar en mecánica automotriz y en una cafetería,
para ese momento ganaba 11 pesos y le prometió a su madre que no tendría que
trabajar más.
A los 23 años ingresó a laborar
en una empresa de aceros y tras ver que no tenía las condiciones óptimas para
trabajar comenzó a interesarse por el sindicalismo y sintió la necesidad de
luchar por los derechos laborales.
Se fue a vivir a Itagüí.
Allí trabajó en una empresa durante 10
años y salió desplazado en 1986 tras participar en un paro cívico con el que los
sindicalistas buscaban tener agua
potable y pavimentar las calles del municipio. Finalmente se hizo una
negociación, pero le costó la vida a muchos compañeros. En ese momento empezó a
recibir amenazas y tuvo que retornar a la comuna 8.
El 24 de diciembre de 1993
Jorge Alberto Taborda Urrego, uno de sus hermanos, se dirigió para la casa tras finalizar su jornada de trabajo
y se encontró con dos amigos que estaban discutiendo, los separó y sin querer
le tocó la cara a uno de ellos quien le dijo: “Hijueputa de mañana no pasás”.
Jorge no le prestó mucha atención al comentario, puesto que había una amistad
de por medio.
Al otro día se sentó con
Efrén a comer natilla y a ver el noticiero de la una de la tarde. Luego salió a
la calle y minutos después llegó la noticia de que lo habían atacado. La
persona que lo amenazó cumplió con su palabra, gracias a que tenía un hijo presuntamente
involucrado en la delincuencia.
Lo llevaron a un hospital. Había
sido degollado y tenía un impacto de bala en la cabeza. Según algunos testigos
del hecho, lo humillaron mucho antes de ser asesinado y fueron tres hombres los
que lo mataron.
“En ese momento había una
guerra tremenda en donde mataban a la gente hasta por quitarle una chaqueta o
unos zapatos muy bonitos. Había todo un proceso de recogimiento de los combos
con los paramilitares. Se unificaban a las AUC o se tenían que abrir o les
daban candela. Muchos tuvieron que meterse obligatoriamente”, comentó Efrén
Taborda Urrego.
Pese a saber quién estaba detrás
del asesinato de su hermano, su familia decidió evitarse problemas y posibles
represalias, guardando silencio. Dicho homicidio lo consideramos como un primer
momento de victimización por parte de los paramilitares, porque ellos en ese
momento estaban predominando en todo el territorio y ya se escuchaba que
estaban desapareciendo los combos y que los que estaban quedando al mando eran ellos”,
puntualizó.
A los tres meses de la
pérdida de su ser querido, fue asesinado uno de los presuntos responsable del
homicidio, le pusieron una arma de fuego en en el pecho.
Efrén tuvo una hija con su
primera compañera sentimental. Con el tiempo se volvió a enamorar, esta vez de
una mujer con cuatro hijos. Para ese entonces el mayor, Juan Fernando Quiroz, tenía
7 años. “Ese muchacho para mí fue como un segundo hijo, yo los críe a todos y
cuando él tenía 23 años en el 2003 lo mataron los paramilitares, del Bloque
Cacique Nutibara”, manifestó.
El grupo paramilitar que
presuntamente estuvo a cargo del asesinato de su hijo, se desmovilizó el 25 de
noviembre de 2003 en Medellín. Los miembros representantes fueron: Giovanni
Jesús Marín Zapata y Fabio Orlando Acevedo. Se desmovilizaron 868 personas y
fueron entregadas 497 armas y 14 granadas, según un informe de la Presidencia
de la República.
El hijo de Efrén tuvo un
problema tras una fiesta de amanecida. Lo hirieron en una mano con un envase. Se
fue para la Unidad Hospitalaria de Buenos Aires para que le hicieran la
curación y al momento de salir para su casa
fue atacado de nuevo por varios hombres. Nuevamente ingresó al centro
asistencial y tuvo que esperar en una camilla mientras era atendido. Fue
trasladado en una ambulancia al Hospital General, donde un médico anunció que
ya no había nada qué hacer.
“Yo hablé con la mamá de él para
que hiciera las vueltas de la indemnización. La repararon económicamente a ella
y a la esposa de él. Ese proceso fue fácil, el que ha sido difícil es el del
hermano mío, porque no ha salido favorecida mi mamá”, comentó Taborda Urrego.
Él le dijo a su compañera sentimental
que no podían quedarse solo en la indemnización, porque la Verdad, Justicia y
Reparación no puede limitarse solo al marco económico, pero ella no quiso
involucrarse con el proceso completo, debido a que sufre de nervios y estrés y
no quiere revivir el dolor de la pérdida de su hijo.
Mediando
a través de la palabra
Francisco Álvarez tiene 73
años y es uno de los mediadores del Museo Casa de la Memoria, un proyecto que
busca reconstruir la memoria histórica en Colombia. Un espacio donde confluyen
el diálogo y los recuerdos.
“Los paramilitares han sido
víctimas de la falta de oportunidades. El Estado no ha tenido esa voluntad
política para generar ingresos. El país merece una transformación, debemos ser
políticos, pero no politiqueros, agruparnos para andar todos juntos. Tengo la
certeza que está muy próxima la paz. Yo estoy poniendo mi granito de arena para
la construcción de Colombia”, puntualizó Álvarez.
Las muertes disminuyeron,
aunque la ilegalidad se disparó por otros lados, a través de la prostitución,
el robo, el microtráfico, las vacunas. “La tarea quedó medio hecha, estamos
viviendo una paz, pero con miedo, porque es una relativa calma, no hay los
muertos que habían anteriormente, pero las empresas ilegales están creciendo”,
expresó Efrén Taborda Urrego.