Cuando lo material prevalece
Modernidad, modernismo y
modernización son tres términos sonoramente semejantes. Para muchas personas
tal vez signifiquen lo mismo, pero a la larga cada uno de ellos difiere.
La modernidad tiene que ver
con la transformación del hombre como centro del mismo, es decir, la
apropiación que este tiene de su propia naturaleza. Por su parte, el modernismo
es más una forma de pensamiento, básicamente crítico y reflexivo, y la
modernización alude a la apropiación de la naturaleza (entorno material) por
parte del hombre. Se dice que las sociedades se han modernizado, pero no han
sido protagonistas de un proceso de modernidad.
Se puede dar la
modernización sin la modernidad, pero no es posible que se dé la modernidad sin
la modernización. Entre estos dos elementos se ha dado una tensión a través de
los años.
El siglo XIX introdujo
consigo cambios importantes para la humanidad. En dicho periodo de tiempo se dio
el desarrollo del capitalismo, el cual prevalece en la actualidad. Todo sistema
económico debería satisfacer unas necesidades mínimas para la subsistencia, pero
a la larga no lo consigue, al contrario, genera más necesidades en los seres
humanos, los cuales intentan encontrar la forma de saciarlas.
A partir de dicho siglo se
empezó a hablar de las clases sociales en Europa y comenzó a hacerse una
división más notoria en la sociedad, segmentándola en lo que conocemos como
burguesía y proletariado.
La
racionalización burguesa es poner la razón al servicio de un objetivo limitado –
la obtención de lucro, la ganancia-. Con lo cual se hace de ella una “razón
instrumental” en la que el proyecto emancipador y liberador se diluye.
(Corredor, 1997,43).
Se quedó atrás la modernidad
básicamente porque se le dio más importancia a lo que produce la gente, que a
lo que piensa esta. La mayoría de las personas han sido sometidas a largas
jornadas de trabajo, lo importante es que produzcan, lo demás no interesa.
Tristemente hay mucha
desigualdad, los ricos se enriquecen cada vez más y los pobres sucumben aún más
en la pobreza. Son pocos los que se lucran y llenan los bolsillos. En Colombia
existen diferencias salariales enormes. Mientras algunos ganan millones y viven
una vida ostentada en lujos, la mayoría de los colombianos tiene que sortear
momentos difíciles y no logra suplir en muchas ocasiones las necesidades
primarias: casa, vestido y comida.
Dicen que todo sistema
económico debe velar por esos tres elementos, sin embargo, la realidad es otra.
El materialismo está por encima de la satisfacción de las necesidades. La vida
se convirtió en una mercancía a la cual le ponen incluso precio. El dinero se
volvió el eje central de la existencia, lo cual trajo consigo la explotación de
muchos para beneficio de pocos. El capitalismo se convirtió en un factor que
potenció la modernización y dejó a un lado la modernidad.
¿Pero acaso los seres
humanos están desprovistos de sensibilidad, emociones y sentimientos?
Lastimosamente pareciera que sí. Cada vez se asemejan más a las máquinas. La
palabra producir cobra más fuerza, y es una constante en todo momento,
pareciera que la vida girara solo en torno a ella. No hay tiempo para pensarse
a sí mismo, no hay lugar para la reflexión y la razón.
Qué bueno sería vivir una
vida tranquila en donde prevaleciera el bienestar de todos y no de unos
cuantos. Sería grandioso que la democracia tuviera cabida para poder vivir en
un mundo enmarcado por la igualdad y la libertad, pero por ahora son simples
ideales que no trascienden de un inquieto imaginario.
Bibliografía
CORREDOR MARTÍNEZ, Consuelo. Los
límites de la modernización. Santafé de Bogotá: CINEP, Ediciones Antropos,
1992. (Capítulo I).