sábado, 31 de julio de 2010
viernes, 30 de julio de 2010
La vida es dura pero hay que saber librar con ella
Todos los días miles de personas se levantan en nuestro país con la esperanza de conseguir dinero para el diario vivir. Muchos tienen empleo fijo, otros se quedan esperando, tal vez, que las cosas les caigan del cielo, puesto que, a pesar de la situación de desempleo, no buscan la manera de salir de éste. Algunos trabajan por sus propios medios, y son conocidos como trabajadores informales, los que están en las calles o en los senderos peatonales ofreciendo diferentes productos y/o servicios
Estos personajes, viven en medio de la incertidumbre, enfrentan y soportan situaciones externas como la lluvia o el fuerte calor, pues, trabajan a la intemperie. Pero eso no es todo, la preocupación habita diariamente porque hay días buenos, pero hay otros no tanto, a veces, no recogen el suficiente dinero para suplir las necesidades básicas de todo ser humano, como la alimentación por ejemplo.
Cabe recordar, que el desempleo en este país en vez de disminuir va en aumento, así que, trabajar en la calle o ser un vendedor ambulante puede ser al menos un alivio para muchos, es quizás la forma como centenares de familias amortiguan la pobreza.
Teresa Sánchez vive en carne propia está situación, la de trabajar en la calle. Tiene 63 años y hace 9 labora en las afueras de un almacén de cadena de la ciudad de Medellín desde las 10 de la mañana hasta las 5 de la tarde, de delantal azul y una caja roja colgada en su pecho surtida de chiclets, cigarrillos, confites y otros elementos busca ganarse la vida. Es consciente que tiene que buscar la forma de recoger los $3500 que le cuesta el arriendo de un lugar para pasar la noche, ubicado en un barrio de la ciudad llamado la Toma. Para muchos $3500 no significan nada, pero para ella son una verdadera fortuna.
Siempre está sentada en el mismo lugar, dispuesta a atender a sus clientes, los transeúntes y los conductores que desde los carros le piden un cigarrillo, o hacer una llamada, ella de inmediato se levanta y los atiende. Hay que ver la cara de alegría de esta mujer cuando vende algo, es increíble la felicidad que le dio cuando un hombre le compró unos cigarrillos y le regaló los $400 de devuelta, no se cambiaba por nadie, y decía: “hay gente que le regala a uno platica, vea el me regaló $400”.
Teresa es una mujer emprendedora que se enfrenta a los fuertes golpes de la vida porque como ella misma dice en medio de unas cuantas lágrimas que rodaron por sus mejillas “la vida es dura y he tenido que saber librar con ella”.
Siempre tiene una sonrisa en su rostro que le brinda a todo aquel que se le acerca, claro está, de buena manera porque cabe anotar, que tiene que soportar la intolerancia del espacio público y de los clientes malgeniados que le entregan la plata de mala gana, mejor dicho, tantas cosas que tiene que atravesar a diario para poder conseguir algo de capital para vivir en este mundo donde no todos tienen las mismas oportunidades, pero así es la vida y cuando toca, toca así que, con la frente en alto ella asume su situación, su condición de vida y es consciente que hay que luchar día a día para poder subsistir.
Esas son las personas que hay que destacar, las que a pesar de vivir una situación económica difícil buscan los medios para salir adelante, aunque no tengan un empleo, se las ingenian para vender algo y así poder conseguir el dinero para comer, para el arriendo, en fin. Ellos son seres de admirar por su valentía, por su empuje, por su emprendimiento, porque tratan de salir de la crisis económica por sus propios medios, porque no se quedan cruzados de brazos viendo como todo empeora y mucho menos, estiran sus manos para robar o pedir dinero.
jueves, 18 de febrero de 2010
ENTRE CINTAS AMARILLAS
Todos los días en algún rincón de la ciudad se ven cintas amarillas, y a sus alrededores decenas de personas que buscan saciar su curiosidad. Zonas acordonadas que paralizan el tráfico vehicular y generan una serie de emociones. -Algo ha pasado- dicen quienes las ven de lejos y no dudan un minuto en acercarse.
Un hombre yace en medio de las calles de un barrio al occidente de Medellín. Fue abaleado y no resistió a los impactos que, al parecer, dos sujetos le propinaron. Rostros de asombro, tristeza y desolación se ven a los alrededores. Su esposa está en el lugar de los hechos y mira con dolor como los hombres del CTI realizan el levantamiento de su amado. Y es que la vida se pierde en el instante menos pensado, en el momento menos imaginado.
Muchos viven con temor, no quieren ser los nuevos protagonistas de estas historias marcadas de crueldad, de impotencia a causa de unos cuantos que hacen justicia por sus propias manos, o que simplemente actúan por actuar, sin medir las consecuencias de sus acciones.
Es triste saber que muchas voces se apagan a diario debido a la violencia, esa, que ha silenciado a más de uno.
Un hombre yace en medio de las calles de un barrio al occidente de Medellín. Fue abaleado y no resistió a los impactos que, al parecer, dos sujetos le propinaron. Rostros de asombro, tristeza y desolación se ven a los alrededores. Su esposa está en el lugar de los hechos y mira con dolor como los hombres del CTI realizan el levantamiento de su amado. Y es que la vida se pierde en el instante menos pensado, en el momento menos imaginado.
Muchos viven con temor, no quieren ser los nuevos protagonistas de estas historias marcadas de crueldad, de impotencia a causa de unos cuantos que hacen justicia por sus propias manos, o que simplemente actúan por actuar, sin medir las consecuencias de sus acciones.
Es triste saber que muchas voces se apagan a diario debido a la violencia, esa, que ha silenciado a más de uno.
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